"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."

Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry




miércoles, 27 de julio de 2011

El equilibrio universal: ríete de un niño encerrado en un baño y morirás ahogada en un urinario público

Hace ya algunos años, cuando mi adorada P. vivía en mi barrio y mi adorada S. venía a clase conmigo, la vida era de color dorado (sin caer en lo choni) y los pajarillos revoloteaban alegres sin defecar en el techo de mi coche, estábamos en casa de la susodicha P. viendo vídeos de caídas de Youtube y descojonándonos de la risa una calurosa tarde de junio antes de ir a trabajar.

He de matizar algo: sólo nos reíamos S. y yo, porque en ese aspecto es la horma de mi zapato: podemos pasar horas (literales) viendo vídeos de Youtube, del tipo de que sean, y no aburrirnos. Y si son de caídas, ya ni te cuento. "La caída de Edgar" (http://www.youtube.com/watch?v=b89CnP0Iq30) es un vídeo que hemos visto más que el de nuestras comuniones respectivas. Una vez petamos un ordenador de tanto darle caña viendo vídeos bizarros, con eso lo digo todo.

Mientras S. y yo nos rompíamos las costillas emocionadas de tanto doblarnos con las caídas más tontas, P. nos miraba con seriedad y nos decía:

- No entiendo cómo os podéis reír con estas cosas, en serio, no tiene gracia. La gente que se cae, por norma general, se hace daño. No le veo la parte buena a reírse con alguien que lo está pasando mal.

- Que no, mujer, que no se hacen daño- contestaba S., y ponía otro vídeo mientras yo jaleaba encantada.

- Ya veréis como algún día os arrepentís de reíros con ésto, ya veréis- volvía a decir P.

- ¡¡PON ESE, PON ESE!!- señalaba yo, ajena a los comentarios de P., deseosa de seguir partiéndome la caja.


Y seguíamos a lo nuestro.


Cuando llegó la hora de irnos a currar nos bajamos a la calle a por el coche. Íbamos hablando las tres tan felices de sabe dios qué, cuando de repente S. desapareció. Literalmente. Venía charlando con nosotras y se la tragó la tierra. Por el aire salieron volando un cigarro y una lata de Coca Cola Light, los únicos objetos que quedaron de ella en nuestra dimensión terrenal. Ni rastro de su persona.

A los tres segundos se oyó un gemido:

- Ayyyyyyyyy... ay... ay

El gemido venía del subsuelo, así que al asomarnos vimos que una pierna y medio brazo asomaban desde el suelo:

- Ayyyyyy, ay, ay, ay...

Y más lloros. Por lo que veíamos, S. había pisado una alcantarilla que tenía la tapa mal colocada, por lo que al echar peso encima se había volcado y por ende, había absorbido a nuestra amiga. La reacción fue unánime en P. y en mí: rompimos a reír.

No una risilla de esa que se te escapa, no. Un ataque de risa maligna de esos que no se frenan así como así, de esos que te dan en medio de un examen, o en misa, o cuando estás hablando en público.
P. sólo decía entre carcajada y carcajada:

- Te lo dije, por malas, os tenía que pasar algo así.


Y seguía riéndose.

Mientras nosotras no podíamos parar, S. lloraba bajo tierra. Al ver que nosotras no nos compadecíamos, y sintiendo un profundo dolor en su ser (como contó luego), nos gritó desde el inframundo:

- ¡Pero sacadme de aquí, hijas de puta!

Con lágrimas en los ojos intentamos echarle una mano. Al final entre las dos tuvimos que echarle no sólo una mano, sino los dos brazos, porque estaba tan atascada que no podíamos sacarla. Cuando por fin lo conseguimos, la pobre tenía una herida brutal en la pierna y múltiples contusiones en todo el cuerpo (ésto siempre lo dicen en la tele, pase lo que pase) y después de curársela aprendimos la lección: eso nos pasaba por malvadas.


El episodio de la alcantarilla permaneció en nuestras conciencias un tiempo, pero ya hace mucho que volvimos a ser malas y a ver vídeos de Youtube con caídas y tropezones mientras se nos saltan las lágrimas. Yo, que no aprendo, he vuelto a regocijarme con los traspieses ajenos, que aprovecho para decir que me parecen de lo más divertido que ofrece esta vida de manera gratuita. Con el tiempo he vuelto incluso a congratularme con las situaciones tensas que le ocurren a las personas de manera aleatoria. Creo que la tensión me da ganas de reírme desde que tengo uso de razón.

Esta tarde estaba contándole a mi amiga Ra, con la que he estado disfrutando del atardecer del parque de las 7 Tetas, en Vallecas (si nunca has ido te lo recomiendo, ofrece una de las mejores puestas de sol de Madrid), que hace un par de semanas, en el mismo sitio, rescaté a un niño del cuarto de baño del único kiosco que hay en el parque. El pobre se había quedado encerrado y no podía salir, y gritaba desesperado desde dentro hasta que el hada salvadora que hay en mí le escuchó y le sacó del cuarto de baño atrapador de niños (todo ello después de un leve forcejeo que hubo que salvar porque el niño estaba histérico).
Después de contárselo, bromeaba yo con la putada que supone quedarte encerrad@ en un baño en medio de un parque. Como decía, no aprendo con lo de reírme de las desgracias ajenas.

Ha querido el destino, que es justiciero, que al irme a coger el coche para volverme a casa he notado que me hacía pis. No es algo raro, me suele pasar unas 8 o 10 veces al día. Como no me apetecía buscar un arbusto en medio del parque, me he acercado al baño del kiosco, que estaba vacío, y he entrado. He vaciado la vejiga adecuadamente y, cuando he ido a salir, la maldad cósmica ha vuelto a darme una lección: el pestillo no corría.

Decir que me han empezado a entrar sudores fríos es decir poco. El pánico se ha apoderado de mi cuerpo serrano y mis manos han intentado, desesperadamente, soltar el pestillo una y otra vez. En mi cabeza sólo resonaba una frase:

- Si es que soy gilipollas, joder.

Por más que lo intentaba, el puñetero pestillo no iba ni p´alante ni p´atrás. Qué estrés. Después de un rato intentándolo, he desistido. Me he encendido un cigarro para relajarme. Al darle una cala me ha venido a la mente la horrible idea de quedarme sin oxígeno y lo he apagado. No tenía cobertura. No quería gritar. He visto el fin.

Con paciencia y buena letra, lo he vuelto a intentar. No lo conseguía, hasta que de la misma tensión le he dado una patada con mi piececillo del 40 desnudo al pestillo y, milagrosamente, el cerrojo ha cedido y la puerta se ha abierto. Eso sí, me ha costado una heridaca en el pie de un calibre considerable.

Al salir, todo el mundo me miraba. Habrían oído los golpes, imagino, y se estarían regocijando internamente, como yo hice hace un par de semanas. Me he ido al coche con el pie magullado, la vergüenza en lo alto y la dignidad por los suelos.

Hoy he vuelto a aprender la lección de la alcantarilla: el universo todo lo pone en su sitio. Sé buena persona, y se te devolverán buenas acciones. Ríete de los niños que se quedan encerrados en el baño, y correrás el riesgo de morir ahogada en un urinario público.

Qué dolor de pie que tengo, por dios.


Es lo que llaman equilibrio universal.


lunes, 25 de julio de 2011

Primera parada: Ibiza

Me acabo de bajar de la primera parada veraniega, o lo que es lo mismo, acabo de llegar de la primera escapada del actual período estival. Cuando digo "acabo de llegar" lo digo en el sentido literal de la palabra, porque no hará ni una hora que el avión ha aterrizado en Madrid y yo ya tengo la extraña sensación postvacacional de vacío interno, no sé si ésto también os pasa al resto de los mortales o es algo sólo mío. Una se levanta por la mañana al borde del mar, con el sol saliendo por el horizonte, las olas meciendo a los pequeños barcos de vela que navegan en alta mar y la arenilla pegada en las piernas y saber que sólo un rato después estás encerrada en un piso en un barrio cualquiera de Madrid es duro. Natural como la vida misma.


Lo que decía, que acabo de llegar a Ibiza.


Ibiza es un lugar de difícil definición, aunque puedo intentarlo. Yo creo que lo definiría como una ventana de las de mi casa: brillo, transparencia, luminosidad, cristal (en todas sus acepciones) y silicona (también en todas sus acepciones). Puedes estar una semana allí, y dependiendo del kilómetro en el que estés vivirás unas vacaciones de sexo, drogas y techno o una estancia paradisíaca de playas maravillosas, buena comida, atardeceres espectaculares y hippismo trasnochado. Va un poco en función de lo que te quieras gastar, porque contra lo que la adolescencia pueda pensar, la primera opción es tremendamente barata en comparación con la segunda, que es la que escogemos quienes amamos la vida y las vacaciones y queremos descansar del mundanal ruido. No quiero decir que no me gusten las fiestas, que me gustan como a la que más, pero no tengo yo la necesidad imperiosa de pagar cifras desorbitadas por entrar a una fiesta en un polígono, beber Fairy sólo porque los guiris aceptan barco como animal de compañía y estar días enteros sin dormir, por mucho que pinchen Carl Cox o David Ghetta. Llámame clásica si quieres.

Las playas, sin embargo, son preciosas. Aguas cristalinas, acantilados que ponen a prueba mi vértigo y calas recónditas pertrechadas por cuestas imposibles hacen de la isla pitiusa el lugar ideal para disfrutar del mar, la arena, el sol y el incomparable marco que brindan las costas baleares.

El ambiente playero no dista mucho del que podamos encontrar en cualquier otra playa del litoral mediterráneo: familias enteras cargadas con sombrillas y bolsas llenas de juguetes de plástico compradas en el chiringo de la esquina, parejas enamoradas que se dedican arrumacos mientras ella le quita a él espinillas de la espalda, grupos de amigas y amigos que se autofotografían para chequear en Facebook que están viv@s y aburrid@s en la playa y multitud de "señoras que": señoras que nadan en el mar sin meter la cabeza y con las gafas de sol puestas, señoras que pasean por la orilla a ritmo de París-Dakar, señoras que se tuestan a fuego lento en sus hamacas de alquiler y señoras que bailan las coreografías que preparan l@s animador@s de los hoteles cercanos a la playa, montando con ello una "flashmob" digna de un festival centroeuropeo.

Fuera del ambiente playero, se respira un rollito especial, seguramente alimentado por decenas de personas espectacularmente guapas y espectacularmente elegantes y modernas mezcladas con decenas de personas del montón que pasamos ampliamente de arreglarnos para ir a la playa y que exhibimos nuestras miserias cultivadas durante el frío invierno a base de bollería industrial y pizzas precongeladas. La verdad es que se disfruta de la paz, el amor y el buen rollo, conocidos todos ellos por el mundo entero gracias a las fiestas flower-power y a las exclusivas de Paulina Rubio en el ¡Hola!


En esta semana que he pasado allí, en un apartamento situado en lo alto (altísimo) de una montaña, rodeada de pinares y mecida por el sonido del mar (me está quedando muy cursi pero es rigurosamente cierto) he descansado mucho, me he reído, he pintado mandalas, he cantado en el coche, he leído, me he bañado cada día en el mar, he presenciado una agresión de mi amiga M. a un señor octogenario por culpa de la posición en la cola del supermercado (las colas del súper acabarán un día con la Humanidad, seguro), he visto la muerte de cerca con D. por culpa del oleaje (de hecho sigo con el cuello rígido como una columna trajana), he comido mucho tomate (es lo que tiene no controlar las cantidades) y he hecho tantas cosas como sólo se pueden hacer en una semana de playa ibicenca.


En esta semana he descubierto que, aunque sea una maniática, aunque tenga un pronto (bastante) chungo, aunque a veces sea un poco dura en lo que dice y en cómo lo dice, hasta el punto de hacerme daño, aunque a veces no vea más allá de lo que ve, adoro a la Mari. Inevitablemente. Dicen las malas (y buenas) lenguas, concretamente la suya, que cuando va de viaje con ella, hay gente que vuelve sin hablarla. Les entiendo, de verdad. Pero a mí, al volver, me daban ganas de darle un abrazo y unos cuantos besos. Es una mezcla de sentimientos extraña, pero está ahí. Hay gente que aunque a ratos sea insoportable, no puedes evitar querer. Mucho. Los seres humanos somos como los caminos del señor, inescrutables.

También he tenido tiempo de descubrir a Dan(i), que no es que no le conociese, es que no le conocía. Y a buen entendedor, pocas palabras bastan. Hemos reído (mucho), hemos cotilleado, hemos jugado a las cartas como se suele hacer en los veranos familiares, hemos compartido, hemos hecho interminables fotos (todas ellas para hacer ver lo contrario, la clásica foto que subes a una red social emulando que es la primera que haces así, a la "remanguillé") y hemos disfrutado mucho juntos. Qué bonito es descubrir a gente que ya conocías.

Pero ya tendré tiempo de contarlo. Por ahora voy a intentar recuperar el sueño perdido durante estos días por culpa de los ronquidos y los sonidos proferidos por mis compis de apartamento, y a ver si lo consigo evocando el sonido del mar y las luces del atardecer en la playa.


Qué duro es volver de vacaciones en pleno julio.


Joder.





sábado, 16 de julio de 2011

VACACIONES DE VERANO

Estoy emocionada, hoy empiezan las vacaciones de verano. Estoy tan tan emocionada, que al asomarme a la ventana para tender y mirar el tiempo, he creído divisar Ibiza. Y eso, desde un piso en Madrid, requiere de mucha, pero que mucha emoción.

En la vida hay muchos tipos de personas: está la gente que cena pavo en Nochebuena (en mi familia somos más de surtido de embutidos y chuletillas de cordero, bien de grasa para recibir al niño Jesús), está la gente que pone la sombrilla en la playa a las 5 de la mañana y se vuelve a subir a la cama (gente ansiosa como se puede comprobar), está la gente que pasa de probarse la ropa en las tiendas, se la lleva a casa y si no le vale la descambia (con lo divertido que es pasearse por los probadores buscando la aprobación de todo el público) y luego estamos las personas que terminamos el año en julio y lo empezamos en septiembre, haciendo del 31 de diciembre y el 1 de enero una mera costumbre social.

El año escolar, y por tanto vital para quienes trabajamos en la educación, empieza el 1 de septiembre y termina el 31 de junio (o de julio en su defecto, para quienes pringamos en este mes), y es en agosto cuando hacemos balance de lo bueno y lo malo y hacemos propósitos par el curso que viene: "Este año no me dejo las evaluaciones para el último momento", "Ahora sí que sí que voy a ir a tutoría por semana", "Los primeros días me ordeno todos los armarios de la clase pero de verdad", y así sucesivamente.


Atrás quedan sonrisas, lágrimas, caídas, alzadas, guarrerías incontables en el comedor, uniformes, mis compañeras hirientes, la tinta de limón en los mensajes secretos, el Niño Pateador, las mariquitas, mis deportivas de círculos de colores, los padres y madres malvad@s, la función de fin de curso, la Reina de Corazones, y tantas otras historias que no han visto la luz en este blog por respeto a sus protagonistas, que se pasan de cuando en cuando por aquí.

Y atrás queda el bautismo de este blog, que tantos momentos nos (y me) ha dado. El espacio en que todos estos cuentos chinos han venido a parar cuando no encontraban donde quedarse. El espacio en que los habéis recibido y acunado hasta que se dormían. Sois geniales.

Por delante hay muchas cosas: en septiembre empieza un curso que trae nuevas caras, nuevas historias (aquí Enid Blyton diría "nuevas aventuras y nuevos misterios para Los Cinco"), nuevas metas, mi vuelta a la Universidad, una nueva convocatoria de oposición, mi nuevo reto profesional, asumir la Coordinación en solitario (entre vosotr@s y yo, estoy un pelín asustada), uno de los tres pilares Morataleños que vuelve de Cracovia, otro que emigra a otro barrio, nuevas series de televisión que empiezan y que seguro que me harán un hueco en VillaMari/VillaDan, gente que está y permanece, gente que queda por ahí, por el camino, y gente que seguro aparecerá y traerá mil cosas que contar. Hay tantos nuevos propósitos que ni se me pasa por la cabeza intentar dejar de fumar.

Mañana me marcho a Ibiza con M., y luego con D., pero estoy aquí pronto para moverme por otras ciudades españolas. Las vacaciones se plantean previsibles pero abiertas a que ocurran muchas cosas, tantas como gente vaya y venga.

Por lo pronto voy a disfrutar, a descansar, a recargar las pilas. Y me llevo el ordenador para contarlo.


Beso al mar de vuestra parte.


Y a vosotr@s de la suya...




lunes, 11 de julio de 2011

Las (malvadas) secretarias

El auténtico drama de la juventud de hoy en día no es la crsis, que nadie se equivoque. La lacra real es la falta de motivación universal, y hay un colectivo directamente responsable de ello: las secretarias.

Las secretarias de mi colegio se llamaban Mª Jesús y Charo. Bueno, antes de llegar Charo había una que se llamaba Luisi, pero la ascendieron a profesora de Lengua (los tejemanejes del Sistema Educativo de nuestro país, daría como para hacer un documental tipo Callejeros).
El caso es que Mª Jesús y Charo eran dos mujeres aparentemente agradables, pero sólo aparentemente. Tú llegabas a la secretaría a pagar un recibo y antes de darte los buenos días te decían:

-.Nena, aquí no grapamos, no encuadernamos, no fotocopiamos, no se llama por teléfono y no rellenamos nada. Si te mandan a por tizas vente en el recreo. ¿Qué querías?


Claro, con esa perspectiva te acojonabas, te dabas la vuelta con la moral por los suelos y te volvías a tu casa diciéndote para tus adentros que ya podían tus padres domiciliar las mensualidades, porque tú no querías saber nada de esa gente nunca más.

Yo no perdí la fe en la educación, y el último papel que me dieron en la secretaría del colegio lo llevé tal cual a la secretaría de la universidad para continuar mi formación, y fue como salir de Málaga para entrar en Malagón. Según llegué y me puse en la cola, salió del despacho una mujer de pelo a mechas caobas y visible sobrepeso para anunciar a l@s allí presentes:

- Los que estáis para matricularos, aviso que a las 2 cerramos. Revisad bien los papeles que como os falte algo aquí no podéis imprimir ni fotocopiar. Y os tenéis que hacer otra vez la cola.

Qué agradable acogida universitaria. Así dan ganas de hacerse siete carreras y un doctorado.

La cosa me sonaba familiar, pero por si acaso me puse a revisar los papeles. Que yo recordase, estaba todo en regla.
Había leído en la web que además de los papeles, había que llevar 4 fotos de carnet para formalizar la matrícula, así que las metí en un sobre y me las llevé. Cuando me tocó el turno me senté en una silla y esperé con mis recibos, mis fotos y mi paciencia a ser atendida.

Cuando a la señora le apeteció mirarme a la cara, quise hacer gala de mi buena educación:

- Hola, buenos días, venía a matricularme en Magist...

- ¿Traes todos los papeles?

- Eh... sí, creo que sí.

- ¿Cómo que creo? Mira que si te falta algo aquí no hacemos fotocopias, ni imprimi...

- Sí, sí, tengo todo.

- ¿DNI?

- Sí, aquí está.

-¿Original y fotocopia?

- También lo tengo.


La muy perra quería pillarme en falta. No sabía que venía yo de la Escuela Oficial de Soportadoras de Secretarias Desagradables, y estaba más que entrenada.

- ¿Tienes las fotos?

- Sí, tenga.


La mujer abrió el sobre, sacó una, la pegó en un impreso, sacó otra, la pegó en mi ficha y me devolvió el sobre con las otras dos fotos en su interior.

- ¿Y las otras fotos no las quiere?- pregunté inocente.

- Hombre, si quieres me las quedo y las meto en la cartera, al lado de las de mis hijos.


Ahí reconozco que estuvo fina. En ese momento se levantó de la silla a sacar un impreso y pude ver que su caminar era renqueante. Quedó bautizada para siempre como La Coja, por bruja; a juzgar por cómo creció su odio hacia mi persona a lo largo de los años, yo creo que alguna vez nos debió oír llamarla de ese modo. La última vez que la ví fue hace un par de años, cuando fui a recoger el título después de años esperándolo. Estaba tan agradable como siempre.

Hoy he ido a por un certificado que necesito para la oposición. Normalmente tardan en dártelo un par de días, pero como lo necesito para este viernes, pensé que me daba tiempo de sobra, así que me he ido esta mañana a primera hora a la secretaría del vicerrectorado a por él. Nada más llegar y pedirlo, una amable secretaria me ha recibido con simpatía evidente:

- Uy uy, ésto tarda lo menos diez días. La Secretaria está de vacaciones y no vuelve hasta la semana que viene.

- Ya bueno, pero es que lo necesito para este viernes.

- Ya, bueno, - lo ha dicho como imitándome, con recochineo- pero es que si no está, qué quieres que yo le haga.

- Bueno, sáqueme mientras tanto el resguardo para pagar las tasas y ahora hablamos.


La cola era, sin exagerar, de 30 personas, y seguían llegando. Cuando la señora ha ido a darle al Intro (como parte de su agotador trabajo), ha torcido la nariz y nos ha informado:

- Bueno, se nos acaba de estropear el sistema informático, así que hoy no podemos expedir ningún certificado. Quien quiera quedarse hasta las 2, que se quede, que lo mismo se arregla o lo mismo no. El resto ale, despejándome la sala.

He decidido vengarme de todas las secretarias que han truncado mi estabilidad emocional a lo largo de los años, y por primera vez en una secretaría, he dado un paso adelante y le he dicho:

- Pues usted me dirá qué hago, pero deme una solución porque por culpa de su ineptitud yo me quedo sin opositar, y eso sí que es un problema.

Las que estaban delante de mí en la cola casi me aplauden. Pobrecillas, iban a matricularse por primera vez a la universidad y no están curtidas. Ya aprenderán.

La secretaria me ha mirado fijamente, ha pasado a poner ojos malignos y me ha dicho:

- Te puedo asegurar, nena (¡qué manía con llamarnos así!), que la más fastidiada soy yo.

- Le puedo asegurar, señora, que no es así. Usted se va a desayunar con excusa. Yo me quedo sin trabajo. Me va usted a comparar, hombre, por dios.

La cosa iba a llegar a mayores, pero en ese momento alguien ha gritado:

-¡¡El sistema ya funciona!!

Y el mundo ha vuelto a su curso, la gente ha vuelto velozmente a la cola y la mujer secretaria se ha tragado su orgullo para sacarme el certificado y yo mi arranque bolchevique para darle las gracias. En el último momento me ha sonreído, como disculpándose por culpa de todas las secretarias cabronas del mundo, y yo le he devuelto la sonrisa, como perdonando a todas las secretarias cabronas del mundo de parte de tod@s l@s estudiantes víctimas de malos tratos por su parte del mundo.

Mientras yo metía el recibo en el sobre de plástico, he pensado que igual éste hecho me reconciliaba para siempre con el mundo de las secretarias. Según lo guardaba, me he dado la vuelta y le he preguntado a la mujer:

- Oiga, y por cierto, ¿cuándo puedo venir a recoger el original?


Y entonces me he dado cuenta de que ésto nunca cambiará, porque su sonrisa se ha borrado para fruncir el ceño y decirme:

- Pues a partir del lunes, pero acuérdate de traerte todos los papeles de casa, que aquí ni fotocopiamos, ni imprimimos...

viernes, 8 de julio de 2011

Los padres y madres de hoy en día

Llevo tiempo sin escribir, pero no son falta de ganas ni apatía, es falta de tiempo.

Bueno, vale, también hay un poco de apatía derivada de estas temperaturas africanas, para qué mentir. Pero es que se está tan bien al fresco...

En estas semanas han pasado muchas cosas que ya tendré tiempo de contar en sucesivos posts, seguro. Hay un largo verano por delante para sentarse delante del ordenador a desgranar ideas y vivencias, pero todavía no tengo vacaciones, así que aún no ha empezado el verano para mí. Yo, que estudié Magisterio entre otras cosas por las amplias vacaciones, ahora trabajo en el mes de julio. Una desgracia como otra cualquiera.

Hoy estaba en el despacho volviéndome loca con el presupuesto del material del año que viene cuando M. ha traído a un pequeño de unos 4 años que está en el campamento (sí, tenemos campamento tooooodo el mes de julio):

- Mira a ver si le puedes poner el termómetro, que para mí que tiene fiebre.

No es que el niño estuviese templado, es que irradiaba un calor que se me estaban quemando las pestañas. Los ojos vidriosos, las ojeras marcadas y la mirada perdida hacían ver que el niño estaba lo suficientemente enfermo como para mandarle a casa por la vía rápida.

El termómetro sólo ha confirmado lo que ya sabíamos: 39º, y seguía subiendo.

- Quédate aquí un poquito, tranquilo que voy a llamar a mamá.

El niño me ha mirado lánguido cual oveja como diciendo: "haz lo que quieras pero que ésto termine rápido".

He buscado los datos de la familia, y he empezado por llamar al fijo de su casa. No lo cogían.

He llamado al móvil de su padre. Apagado.

He llamado al móvil de su madre. Comunicando.

Segunda ronda de llamadas, a ver, qué vamos a hacer.

Fijo de casa. Un tono. Dos tonos. Tres tonos. Cuatro ton... contestador.

Móvil de su padre. El teléfono móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura.

Móvil de su madre. Un tono. Dos tonos. Tres tonos. Mi dedo a punto de pulsar el botón de colgar...

-¿Sí?

- Hola, buenas tardes, ¿Gema? (nombre ficticio, no sea que la liemos).

- Sí soy yo.

- Hola Gema, le llamo desde el cole de A., que está enfermo.

- ¿Cómo de enfermo?

- ¿Perdón?

- Sí, que cómo de enfermo está.

- Ah... pues mire, tiene bastante fiebre, concretamente 39º, está tiritando y tiene muy mala carita.

- La verdad es que lleva toda la noche vomitando, con fiebre y tiritando ahora que lo dices (¿?¿??¿?¿¿?).

- Ah, y entonces ¿cómo es que le trae al colegio?

- Mujer, porque tengo muchas cosas que hacer, total, pensé que habría tragado agua de la piscina y por eso estaba revuelto.Ya sabes, hay tanta cosa ahora por las piscinas...


Hago aquí un paréntesis para dejar clara mi estupefacción. Me gustaría saber varias cosas:

- 1ª cosa que quiero saber: ¿Cómo caminará esta señora? Lo digo porque tiene un par de ovarios que igual no se lo permiten...
- 2ª cosa que quiero saber: ¿Por qué las familias nos toman por imbéciles? ¿De verdad pensará que me voy a creer que ella manda al crío a clase pensando que ha tragado agua? ¿Qué pensará que lleva el agua de la piscina? ¿Bromuro?
- 3ª cosa que quiero saber: En el caso de que la mujer crea realmente que su hijo está convulsionando en el cole por haber tragado agua en la piscina, pese a que con el flotador sea absolutamente imposible que introduzca la cabeza en el agua, ¿cuántas veces ha visto esta señora "Hospital Central"? (a mi juicio demasiadas).
- 4ª cosa que quiero saber: ¿Qué madre en su sano juicio manda al colegio a su hijo de 4 años con 39º de fiebre, vomitando y temblando, y se marcha a seguir con su vida con la satisfacción del deber cumplido?


Cerrando el paréntesis, continúo con la conversación:

- Pues no, no va a ser un tema del agua, lo que sí le digo es que el niño se encuentra fatal y que es mejor que vengan a buscarle y le lleven al médico y a casa por este orden.

- ¡¡¡UYUYUYUYUYUYUYYYYYY!!! Eso va a estar muy difícil... mira que tnego un montón de cosas que hacer, y no voy a molestar a la cuidadora para un rato. Yo creo que le sacáis al patio un rato y se le pasa.

- Mire, le voy a meter en la cama hasta que usted venga, pero si dentro de una hora no ha venido, le llevo yo al centro de salud y ya le recoge usted allí.

- Pues eso como tú veas, pero te dejo que me llaman por la otra línea. Ya si eso me llamáis.




Y ha colgado. Con un par. ¿No decía yo que esta mujer tenía unos ovarios como dos balones de fútbol?

Con esas he metido al pobre crío en una camita y le he dejado durmiendo, temblando de frío (con 40º a la sombra que hace) y del color del gotelé de la pared. Después me he venido a comer (ya eran las 16.00), y dentro de un rato llamaré a ver qué tal sigue la criatura. Con un poco de suerte, cuando a su madre le terminen de dar las mechas, llama a la cuidadora para que le vaya a buscar.




Me descojono cuando los padres y madres del mundo se quejan de l@s hij@s de hoy en día.




Y de los padres y madres de hoy en día, ¿quién se queja?