"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."

Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry




viernes, 28 de septiembre de 2012

Que soy compañera, coño (carta a un antidisturbios)

Querido antidisturbios:

Tú no me conoces, yo a tí sí, qué cosas. Te preguntarás por qué se da esta circunstancia de comunicación visual unidireccional, y la respuesta es sencilla: yo casi siempre te miro de frente, y tú casi siempre me buscas la espalda. No creas que hay otra razón por la que no me reconoces, pese a que ultimamente nos hemos visto mucho, demasiado quizá.

Te escribo esta carta que en realidad va dirigida a quienes te dan órdenes también, pero claro, como esas personas no son visibles en las concentraciones y manifestaciones, tampoco salen en la tele ni en el periódico y no las tengo ni en Facebook ni en Twitter, comprenderás que para mí es como si no existieran. Pensarás que esto de que paguen justos por pecadores es un poco injusto, y así es, efectivamente. Sin embargo, tal y como están las cosas, prefiero escribirte a tí y que se lo hagas llegar a tus superiores, así evito por el camino denuncias, imputaciones, calabozo, palos y ese tipo de distracciones nimias que oye, poco a poco se acumulan y a una se le hace cuesta arriba.

La razón de ponerme en contacto contigo es la siguiente. El pasado día 25 de septiembre, un grupo de personas (la consejera de Gobierno dice que 6.000, no sé, yo no soy experta, pero diría que éramos muchas más, tú dirás si estás o no de acuerdo conmigo en función de la cantidad de veces que tuviste que reagruparte con tus compis) nos reunimos en el centro de Madrid bajo la iniciativa "Rodea el Congreso". Pensarás que nos apetecía hacer un corro gigante, y ahora que lo digo la verdad es que hubiera estado bien, pero el problema es que nuestra iniciativa era una acción de protesta, y las acciones de protesta no son un juego, eso lo sé yo porque voy llena de miedos y lo sabes tú porque vas lleno de seguridades.

No sé si te has molestado en enterarte por qué protestábamos, imagino que prefieres ir a trabajar sin presiones externas para ser "completamente objetivo". Tú esperas tu orden y cuando se te dice te lanzas a frenar disturbios (eso significa tu cargo, ¿no?) para proteger a la ciudad... bueno, a los diputados y diputadas en este caso, que por cierto, asume que jamás sabrán que existes ni te dirigirán una carta como esta. Aunque te hayan vendido la idea de que eres una especie de Gladiator moderno no dejas de ser un funcionario más, y ya sabes lo que opina el Gobierno de los funcionarios y funcionarias: que merecemos la muerte, o al menos la ruina, a base de despedirnos a traición y pagarnos menos de lo que cobra un dependiente del Burguer King. Verás que no estás entre su Top Ten de Gente Querida, ¡sorpresa!


De todas formas te cuento yo lo que tus superiores pasan de contarte: resulta que los españoles y españolas nos hemos cansado de que vivan a nuestra costa. No nos enfada que no haya dinero, ni medios, ni personal, no sé, eso sería comprensible y podría pasar, a ver, qué le vamos a hacer. Pasa en las mejores familias.

El problema es cuando hay dinero, recursos y medios y se gestionan con tantísima desigualdad, ahí ya nos enfadamos un poco. Es como si una madre le da la mejor comida a un hijo y al otro le da las sobras para que las reparta con todos sus amigos. Y encima de hacerle pasar hambre, le dice que no hay más. Eso está feo, coincidirás conmigo.

Por eso me llamó tanto la atención verte el día 25, junto con todos tus compañeros, repartir golpes, agarrones, patadas, cabezazos, porrazos y arrastrones a diestro y siniestro entre quienes nos quejamos de la misma desigualdad que te afecta a tí. Entre esa gente había muchas personas diferentes, y no sé si creerme que todas la habían tomado contigo y tus compañeros tanto como para que respondiéseis de esa forma tan brutal. Eso decís, que os lanzaron palos, pinchos (?¿) y 296 kilos de piedras, yo de personas no sé, pero de Unidades de Medida, y concretamente de kilos sí, ¡¡296 kilos!! Hay problemas de matemáticas de Primaria en los que te dicen que con menos de la mitad construyes una valla para cercar un chalet. Admite que exageráis un poco.

Luego está lo de entrar en la estación de Atocha a pelotazo limpio. Eso tampoco estuvo bien, reconócelo, y no ya por la gente aparentemente "violenta" que se refugiaba allí, sino por todas las personas que en ese momento se disponían a coger el tren para volver a casa del trabajo y aquellas que lo cogían para dar una vuelta, o hacer recados, o qué se yo. Y tampoco hablemos de todas las personas con cámaras y micrófonos que trabajan para la prensa y que como todo el resto se llevaron su ración de hostias también por estar allí. Lo que te decía, que en todas partes hay injusticias y se hace daño a mucha gente que no lo merece.

Sin embargo, lo que más me impactó fue un vídeo que ha dado vueltas y vueltas por la red a la velocidad de la luz y que en las redes sociales se ha titulado como "Quesoycompañerocoño".

En ese vídeo se ve cómo unos cuantos compañeros detenéis a un chaval que resulta ser secreta por su indumentaria (porque dudo mucho que un policía os agrediese personalmente) y os liáis a darle patadas y porrazos como si ni hubiera un mañana mientras él se protege con los brazos como puede. Hasta ahí todo es no normal, porque la violencia injustificada nunca es normal, pero sí habitual cuando gente como vosotros y gente como nosotros y nosotras está junta.

Pero de repente, se escucha al chaval gritar desde el suelo:

- ¡¡EEHHHH!! ¡QUE SOY COMPAÑERO, COÑO!

Y en seguida viene otro chaval de indumentaria similar a la del primero y empieza a gritaros también:

- ¡QUE SÍ! ¡QUE ES ÉL! ¡RELAJAOS UN POCO, JODER, QUE ES COMPAÑERO!

Y acto seguido le soltáis, le tendéis la mano y le ayudáis a levantarse y a sacudirse el polvo de los vaqueros.

Es un detalle elegante, la verdad. Lo normal entre iguales es protegerse, es cuidarse, mimarse y quererse. Pese a que a mí me preocupa un poco que no reconozcáis a un compañero con el que se supone que trabajáis, entiendo que la marabunta genera un poco de confusión. Pero cuando descubrís que es un igual, os retractáis y le tendéis la mano.

Aquí es donde surge mi duda... ¿quién crees que soy yo? ¿por qué a mí no me tiendes la mano como a tu compañero?

Yo no soy tu enemiga, ni un ser de otro planeta, ni una terrorista.

Soy la panadera que te vendió cruasanes esta mañana. Soy la maestra que recibe en clase a tus hijos con besos por las mañanas. Soy el enfermero que te cuidó cuando estuviste en Urgencias con aquella gripe horrible. Soy el médico que detectó a tu padre una enfermedad y le curó como si fuese el suyo.

Soy la funcionaria que te gestionó los papeles de aquella subvención que pediste. Soy el agente de viajes que organizó tu luna de miel. Soy el cartero que te lleva la correspondencia cada mañana. Soy el bombero que sofocó el fuego que estuvo a punto de arrasar miles de hectáreas en tu pueblo de la infancia.

Soy la asistente social que atendió a tu abuelos hasta que murieron. Soy la escritora que creó a aquel personaje por el que sientes tanto aprecio. Soy la periodista que presenta el programa que ves todos los domingos. Soy la actriz de la telenovela a la que estás enganchado aunque no lo reconozcas.

Soy la monitora del campamento en el que conociste a tu primer amor. Soy el quiosquero que te guarda las películas cuando se te olvida comprar el suplemento. Soy el artista que toca el acordeón para alegrar tus paseos por el centro. Soy el pintor que te ayudó a que tu casa cambiase de aires.

Soy el reponedor del mercado que cada día lleva tus yogures favoritos. Soy el cajero que te cobra siempre con una sonrisa. Soy la peluquera que te recorta el pelo y la barba cuando te apetece ir elegante. Soy el basurero que mantiene tu calle limpia.

Soy cualquiera de las miles de personas que te cruzas todos los días y a las que aprecias, las que te ayudan, te acompañan, te quieren, te miman. Soy la que está cerca de tí y te sonríe, la que te hace un gesto de consuelo cuando estás en un atasco, la que te cede un hueco en su paraguas cuando la lluvia te sorprende en la calle.

No soy tu enemiga, acepta que empiezas a pensarlo. Soy una persona tan dolida, tan molesta, tan ninguneada y seguramente tan puteada por el sistema como tú. Simplemente, yo tengo otras armas para combatirlo. Y amigas, y amigos, y gente que me acompaña. Y familia que sufre cuando me ve por la tele correr calle abajo con la cara desencajada. Y conciencia que me hace querer escribirte esta carta en vez de responder con violencia a tu violencia.

No soy tu enemiga ni tu objetivo. Trátame como lo que soy, mírame a los ojos y piensa en lo que dicen aunque sea durante una milésima de segundo, antes de descargar toda tu rabia en mi cabeza, o en mi cuello, o en mi estómago. Piensa en que no soy yo contra quien tienes que rebelarte.

Que no me lo merezco, y lo sabes.

Que soy compañera, coño.



viernes, 21 de septiembre de 2012

Decálogo a seguir para que un/a trabajador/a no salga de una entrevista en tu empresa con ganas de clavarte una cucharilla en el bazo

Como todo el mundo sabe (menos mi abuelo, que no se lo cuento para no darle el disgusto y acortarle la vida) en julio dejé el trabajo. Lo hice sin que una recortada apuntase a mi cabeza, voluntariamente, con ganas de romper con la esclavitud y cambiar de aires, y con la decisión de aproar mi vida para mirar hacia rumbos nuevos.

Esta decisión me ha llevado al inquietante mundo del desempleo, que no del paro, porque yo no me paro ni cuando estoy durmiendo. Soy de las que dan vueltas en la cama y roban sábanas, así lo digo. La vida es dura.

Por aquello de sentirme útil para la sociedad, he empezado a dar vueltecillas mirando trabajos. Sobra decir que el percal está para cobrar entrada y que cada vez veo más difícil ser maestra en este país, al menos tal y como yo concibo la educación. Como funcionaria las cosas estaban negras, pero ahora están opacas; sólo llaman a especialistas de inglés que no tienen ni un triste 0,5 de media, así que he pensado presentarme en la siguiente convocatoria por esta especialidad y cuando llegue al examen decir (con sonrisa desbordante):

- My name is Feis. Yours not. Yeah, yeah, oh yeah.


Y luego hacer gestos de negrata del Bronx chunga.

Tendré un cero, lo sé, pero tendré trabajo en septiembre. Total, si lo pronuncio bien igual me gano ese 0,5 y puedo incluso elegir destino.

Como maestra en la privada tampoco creas que está mejor la cosa. Cuando hago entrevistas se abstienen de mirarme a la cara y me piden un título que avale mi bilingüismo (já) certificado por Cambridge, que estoy deseando pedirle a esa gente que escriba en un papel "Cambridge" y echarme unas risas yo también. Parece que ahora no interesa que sepas escribir tu nombre correctamente mientras Cambridge firme un trozo de cartulina en la que certifique que te capacitan para trabajar en su cojocolegio bilingüe (¡JÁ!).

Total, que he tenido que rehacerme el currículum. Normalmente lo tengo actualizado, porque aunque tenga trabajo voy añadiendo experiencias por si me pasa como ahora, que necesito enviarlo y no recuerdo cuántas horas tenía tal curso o tal otro, o cuánto tiempo estuve aquí o allá. Elegir la foto es otro tema, así que creo que voy a contactar con el fotógrafo que ha hecho el book de la web de la Casa Real (doscientas y pico fotillos de nada en las que Doña Letizia parece Betty Missiego), que como total, ya lo he pagado (yo y tod@s vosotr@s) igual me hace precio de clienta habitual.

Mandar currículums es casi tan denigrante como llevarlos en mano. Yo creo que hay un error de concepto, o es que yo me tengo mucho amor a mí misma, que también puede ser, pero mi concepto es sencillo. Cuando voy a un lugar a llevar mi currículum no estoy mendigando un puesto de trabajo, no se confundan. No me hacen ningún favor. Estoy ofreciendo todo lo que soy y todo lo que puedo llegar a ser para que puedan sumarlo a los ya de por sí maravillosos perfiles con los que ya cuentan ustedes, y no lo hago tampoco para hacerles un favor a ustedes, porque busco remuneración. Pero no mendigo dinero ni un contrato indefinido. Vengo porque creo que puedo aportar algo, o al menos así lo veo yo.

El problema es que me siento como si fuese a las rebajas de enero a pelearme con otras cuatrocientas personas por un jersey de canalé, que después de matarte entre las estanterías te haces con él y descubres que quedaba mucho más mono en la percha, pero claro, casi llegas a la sangre por ese jersey, te sabe mal dejarlo ahora. Por eso tenemos los armarios llenos de ropa que no nos ponemos y por eso nos lucen los flequillos como nos lucen con los estreses laborales.


La cuestión es que en plena inmersión en el mundo de la búsqueda de empleo doy con esta noticia tomada de www.theartiststools.com (si quieres leerla entera puedes hacerlo en este link http://www.theartiststools.com/riot-cinema/#.UFuhha7KcxQ): la historia de Carlos, un chaval cualquiera de un lugar cualquiera de nuestra querida piel de toro que manda un mail a una productora llamada Riot Cinema para buscar trabajo. Hasta aquí todo correcto.

El caso es que el chaval comete el "garrafal" error de mandar ese mail como parte de un envío masivo de su currículum a decenas de empresas, y por tanto queda muy patente que es un mail genérico y a la productora le sienta fatal que el chaval ni se moleste en personalizarlo un poco. Hasta aquí es una cagada, pero el muchacho ha cometido ese error, no vamos a crucificarle por ello.


Pues sí.


Resulta que uno de los socios fundadores de la empresa, un tal Nicolás Alcalá, le contesta al mail humillándole y ridiculizándole hasta cotas insospechadas. Parece que Nicolás se cree por encima del bien y del mal, y por eso osa hablar a Carlos en términos en los que yo no hablaría ni al ser más paleto del planeta Tierra. He aquí el mail original y su respuesta.






Todo esto, por supuesto, terminó en escándalo mayúsculo y en la publicación de una disculpa pública en la página de la productora que, lejos de calmar los ánimos, ha hecho, como leía en uno de los comentarios, "que nuestra bilis suba hasta el ático".

La verdad es que aunque no haya estado fino, yo empatizo con Carlos (con el tal Nicolás este no, me alegro de que su productora se hunda en la miseria, por listo), porque no hay derecho, ni necesidad, de tratar así a quienes buscamos trabajo o la oportunidad de intentar integrarnos en empresas y centros laborales. Así que para que esto no vuelva a ocurrir, me permito decirte, querido Nicolas (y jefes y jefas de personal de este mundo), que lejos de buscarnos millones de defectos, os apuntéis antes mi Decálogo a seguir para que un/a trabajador/a no salga de una entrevista en tu empresa con ganas de clavarte una cucharilla en el bazo:

1.- Que yo busque trabajo en tu empresa no te convierte automáticamente en el señor feudal ni a mí en tu esclava. Somos personas en diferentes situaciones, pero personas. Trátame como tal.

2.- Ten piedad de mi estado de nerviosismo absoluto. No trates de putearme a muerte haciéndome de primeras preguntas completamente absurdas cuyas respuestas no necesitas pero que hacen que mi estómago se coloque a la altura de mi nariz (aproximadamente).

3.- Sé que no soy tú, pero tampoco creas que me interesa serlo. Sé que  no consideras que nadie esté a tu altura en la mayoría de los casos y que sabes más de la empresa que nadie, por eso estás entrevistándome. Te anticipo que no me ayudas echándome en cara todo lo que no he hecho. Háblame o déjame que te hable sobre lo que soy y lo que sé, y sobre todo acerca de lo que he hecho. Igual te sorprendo.

4.- Vale, quieres que hable idiomas. Muchos. Miles. En tu empresa es básico. Dame la oportunidad de demostrarte lo que sé: entrevístame (o que lo haga otra persona, si es tan importante digo yo que alguien hablará algo que no sea castellano, aunque sea élfico) en otro idioma y verás de lo que soy capaz.

5.- Ya que tú eres dios y yo no, demuéstralo en tus formas y en tus modales. No pienses que porque entrevistas tú puedes descuidar tu educación, no me hables mal ni me faltes al respeto.

6.- Yo no te conozco. Tú a mí tampoco. Ni somos colegas, ni familia, ni sabemos si lo hemos sido en otra vida. No me llames "niña", "chica", "nena" ni similares. Si no me permites tutearte, no lo hagas conmigo. Vuelve al punto uno de este decálogo: recuerda que yo también soy persona.

7.- Siendo tu empresa el mejor lugar del mundo mundial para currar (por eso me pides taaaaaaantos requisitos), demuestra que tenéis espacios medianamente acogedores para una entrevista. La cocina, la recepción (de pie), la sala del café o el cuartito de fumar no son lugares dignos de una charla relajada, y menos si la cosa va de querer conocerme o de que yo conozca tu empresa.

8.- Sé clar@: háblame de las condiciones en un lenguaje normal, no en una mezcla entre Punset y los Lunnis.Créeme, por lamentables que sea tu propuesta no me voy a asustar. Yo sabía a lo que venía, si no me interesa ya te lo haré saber.

9.- Léete mi currículum, aunque sea sobre la marcha. Haz como que te interesa y como que sabes cómo me llamo. Si te molesta recibir mails en cadena, imagínate como me sienta a mí que me entrevistes con las mismas palabras que a la anterior y al siguiente.

10.- Y sobre todo, por encima de todo, mi tiempo vale tanto como el tuyo, no me hagas que lo pierda. Si no te intereso en absoluto, dímelo educadamente y seguiremos con nuestros caminos en paz y armonía.


En fin, que estoy con Carlos.Y con todas las personas del mundo que están en situación de desempleo y aprenden en cada entrevista que lo importante no es hacerla: es sobrevivir a ella hasta el final. Yo sigo esperando que a veces salga Juanma Iturriaga con un ramo de flores y el pedazo de muñeco de Inocente Inocente para decirme que todo es una broma.

Y eso que sólo llevo 10 días buscando trabajo...


PD: Por cierto, si eres de esas personas que buscan a alguien como yo, una maestra enamorada de su profesión, con mucho que aprender y que ofrecer, no te cortes, ¡contacta conmigo! Prometo no decir nada del decálogo, al menos hasta el final de la entrevista ;)

sábado, 8 de septiembre de 2012

Aproarse

A mediado del mes de junio, Charini me propuso una idea vacacional: recorrer las Rías Baixas en el velero de un amigo que es patrón de barco (o algo así, que yo de títulos no entiendo nada) y lo alquilaba a buen precio (o eso dijo, porque tampoco entiendo de precios de veleros. Qué paletilla soy).

Cuando me lo propuso, allá por el último mes del curso, cuando los boletines de notas salían por todas partes, cuando la Escuela de verano del cole no había empezado, cuando arreciaba el calorcillo y las terrazas comenzaban a ser un remanso de descanso y cuando las vacaciones se atisbaban cerca, me pareció una idea estupenda. Me visualicé a mí misma en la parte delantera el barco, alias proa (por aquel entonces no tenía yo vocabulario técnico marinero) a lo Kate Winslet en Titanic y sólo pensaba en lo guay que quedaría la foto con un filtro de Instagram y en lo fácil que se me iba a hacer sobrevivir al calor sobrehumano del mes de agosto en las frías aguas gallegas.

Desde que Charini me lo propuso y acepté hasta que me subí en el barco, sucedieron muchas cosas: la Escuela de verano empezó, transcurrió con infernal calor, infernal volumen de trabajo y tardes cada vez más pesadas y duró cinco largas semanas. En medio de una de ellas mi jefa me llamó a su despacho para ofrecerme unas condiciones para el próximo curso que no se veían en España desde los años 60, y con las que la palabra "mileurista" pasaba a significar "Pancho, el perro de la Lotería". Concretamente aludió a la crisis para anunciarme con voz afectada y semblante dolorido que se veía obligada a reducirme la jornada y por tanto el sueldo con todo el dolor de su corazón, pero ojo, que encimadagraciasquetienescurro.

Estando las cosas como están pensé en aceptar. Al fin y al cabo siempre puede una currar media jornada y buscarse otro curro para la otra media y aquí paz y después gloria. Por suerte para mí esto lo pensé en alto en aquel momento y en aquel despacho, y mi jefa se apresuró a torcer el morro: "Que tu jornada se reduzca no implica que el volumen de trabajo baje. Si has colocado un listón no puedes bajarlo, así que la empresa (llamar a un colegio "empresa" es una triste realidad muy extendida) te pedirá como favor especial que des un poquito más y trabajes lo que sea necesario". Ole las mujeres guapas.

Me costó como tres semanas que se me quitase la impresión. Ni cuando vi a Franco hablando en inglés en aquel vídeo (el célebre "Ju jiar dis... cauntri! riliyion! famili!") me impresioné tanto. Era algo tan... y a la vez tan poco... que no supe reaccionar.

Pedí mi tiempo para pensármelo, y lo peor es que hasta me lo pensé. Al final decidí hacer lo que tenía que haber hecho hace mucho, mucho tiempo: salir por patas antes de que se caiga todo el operativo, que antes o después y con esa política de no-contratación, caerá. Estar de nuevo en manos de la Comunidad de Madrid en los tiempos que corren para el funcionariado me va a suponer menor riesgo que jugarme la salud en la mesa de un despacho.

Sin embargo en esta historia no quedo como una valiente. Con todo hice las maletas y me marché de vacaciones con la idea de dar marcha atrás rondando, y los fantasmas de la lista del paro acechándome como los dementores a Harry Potter. Sabía que siempre podía volver con las orejas gachas y renunciar a la dignidad y al desempleo a cambio de alargar la situación un año o dos más. Mi adorada M. y yo marchamos a Ibiza y allí (casi) se me olvidó el tema entre arena, agua, puestas de sol y reggaeton en la radio.

El mismo día que volví de Ibiza marché hacia Galicia a embarcarme en el velero. El resto de la tripulación estaba ya allí, y me esperaban para zarpar (para salir, vaya, otra muestra de ampliación semántica). Después de deshacer la maleta (yo llevo maleta allá donde voy, aunque sea un velero del tamaño de una cajetilla de Camel) y hacer las últimas compras, nos pusimos en marcha.

Quien crea que hacerse a la mar sin tripulación cualificada es un viaje de placer y relax, se equivoca. Yo había hecho un par de cruceros en grandes barcos y recordaba la experiencia como un conjunto de turismo, mareos y barra libre non-stop en la cubierta al ritmo de orquestas y dj´s que amenizaban sin parar.

Pero como en todo, hasta que no te ves en el berenjenal no entiendes lo que implica que un velero avance y la cantidad de factores humanos, meteorológicos, materiales e incluso casuales que tienen que confluir con la luna en Júpiter para que cada paso salga bien. El cuadro que dábamos con nuestros complementos rogelios (pamelas, bikinis y gafas fashion) amarrando los cabos en medio de las maniobras era para cobrar entrada.

Lo que es curioso es que para hacer maniobras de modificación de la dirección del barco (es decir, para ir hacia la izquierda, hacia la derecha, dar la vuelta, etc) hay que (aquí es donde me flipo) aproar el barco, es decir, dirigirlo hacia la proa, vamos, ponerse de cara al viento. Es la única manera de cambiar de rumbo hacia otras partes del ancho mar.

Durante las vacaciones, y pensando seriamente aceptar la oferta tercermundista que me ofrecían en el curro por miedo al paro (que es como el Coco pero para trabajador@s), me he dado cuenta de que en la vida, efectivamente, hay que aproar para poder cambiar de rumbo, en todo. Intentar hacerlo a medias sólo conduce a cambios a medias. Para virar en serio hay que enfrentarse a las circunstancias y poner todas las velas a disposición del viento, y confiar en que las condiciones serán favorables a los cambios.

Hace poco ví una peli que terminaba así:

"Al final, todo acaba bien. Y si no acaba bien, es que aún no es el final".

Pues eso, feliz Septiembre y en tiempos de crisis a aproarse, coño.