"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."

Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry




martes, 2 de septiembre de 2014

Olga

Reconozco que el post de vuelta de las vacaciones se me había atascado un pelín. Llevaba tiempo pensando acerca de qué escribir para celebrar mi vuelta a los ruedos, y la temporada estival, y mi vigésimo séptimo cumpleaños, y las vacaciones en Tailandia, y viajando por España, y resumir los festivales y las acampadas, los baños en el mar y en los ríos.

Éste es el octavo intento de escribir algo decente, pero sé que va a ser el bueno así que desde aquí os felicito y me felicito por estar leyendo este trocito de mí a través de mis teclas y de las pantallas de vuestros modernísimos dispositivos electrónicos.

Para este octavo y definitivo intento he elegido, para no variar, hablar de mí, pero hacerlo en este caso, pasa por hablar de Olga.

Para empezar, quiero hacer constar que yo ya hablé de ella. Bueno, en realidad hablé de su chalet, pero quiero decir que ya apareció en mi blog por tanto no pilla de nuevas a nadie. Si queréis recordar aquel post, lo tenéis pinchando aquí: http://cuento-chino.blogspot.com.es/2011/03/el-chalet-de-olga.html

(Nota: desde que uso el editor de Blogger para Ipad porque soy fina y dinámica y si no no sé qué hacer con este trasto, no pongo enlaces, entre otras muchas cosas porque ni sé ni me apetece buscarlo. Se ruega me disculpen).

Hablar de Olga no tiene mérito de ningún tipo. Hablan de ella en la radio, en las redes sociales, le dedican vídeos, conciertos, canciones... Le escriben libros. Es muy fuerte, porque siempre decidimos que nos íbamos a hacer famosas juntas (en un reality show al que ella iría de concursante y yo de defensora de mi amiga) y la muy petarda se ha hecho famosa antes que yo, pero vamos que se lo perdono porque sé que tiene el alma de artista mega desarrollada y porque sé que el día en que la llevemos a un programa hortera de la tele a darle una sorpresa seré yo, por derecho adquirido, la que la recibiré en plató para hacer real nuestro sueño, ese que llevamos planeando unos 15 años.

Si alguien no la conoce, se preguntará qué hace de Olga una tía tan importante como para que tanta gente quiera tenerla cerca, qué le hace tan especial. Lo que voy a contar de Olga pone los pelos de punta porque es muy fuerte, y a mi madre le emociona cada vez que lo seguimos contando. Es una historia de vida y de esperanza y una lección para mí y para toda la gente que me rodea. Entenderéis rápido por que quiero comenzar mi año hablando de ella.

Conocí a Olga cuando llegué al colegio, con apenas tres años de edad. Yo era entonces una niña preciosa como ya sabe todo el mundo, aunque con los años fui perdiendo. Era una niña buena, cariñosa e inocente, feliz en mi vida de hija única y sin la perversión maligna que traen las hermanas pequeñas y que te borran de un plumazo esa creencia en el ser humano que se tiene en la infancia.

Ella era una polvorilla. Era movida, pequeñita, con unos ojos medio traviesos medio divertidos que la hacían una compañía ideal en ese inframundo de plastilina y arena dura que es un patio de Infantil.
No sé por qué nos hicimos amigas, pero sí sé que durante muchos años me comí parte de su bocadillo en el recreo. Su madre le ponía un pequeño extra para mi regocijo y ella lo compartía invariablemente conmigo, así que puede que fuese eso lo que nos unió del todo.

Olga era LA alumna. LA compañera. LA amiga. No sólo mía, ojo: de todo el colegio. La conocían allá donde iba, seguramente porque era buena alumna, buena chica y se quedaba a comer. El Comedor daba un estatus al que el resto no podíamos llegar, forjado a base de comida de rancho y patios interminables, así que ella, entre trozos de pan duro y bandejas metálicas se fue ganando la amistad de todo el colegio.

Crecimos, y mientras yo me hacía un hueco en las recuperaciones de septiembre, Olga se seguía haciendo huecos en corazones. Nuestro curso se le fue quedando pequeño y amplió sus amistades en cursos superiores e inferiores. Nuestra ciudad se le quedó pequeña y empezó a hacer amigos y amigas en otros pueblos, en otros colegios, en otras ciudades. Era un centro de relaciones humanas, muy fuerte. Tanto fue, que dio el discurso final el día que nos fuimos del colegio. En un mundo en el que nos matábamos por el protagonismo, no sólo nadie se lo discutió sino que no dudamos en que era la mejor para representarnos.

Terminó el colegio y llegamos a la Universidad. Como cabía esperar, allí se convirtió en la reina del mambo indiscutible, la amiga de todos y todas, la entrenadora del equipo de fútbol, el perejil de todas las salsas. Se hizo amiga de mis amigas, algunas con las que coincidió en la clase. Me encontraba con ellas y me hablaban de Olga. No sabías nada de ella pero ya te lo contaba todo el mundo, aunque estuvieses ocupada e hiciese dos semanas que no veías a nadie. Era la conexión con el mundo.

Se echó un novio, como cabía esperar, el novio perfecto. Hacen (¡HACEN! Siguen juntos HOY EN DÍA, que es lo más complejo que conozco después de los bolillos y hacer una buena paella) la pareja ideal y sólo podemos pensar que hay cuatro o cinco novios así repartidos por todo el Universo y uno lo tiene ella, cubriendo así el cupo de nuestro grupo, que no puede más que alegrarse por la pareja, a ver, es lo suyo.

¿Qué es entonces lo que, aparte de todo, la hace tan especial a mis ojos?

Pues que ayer, señores y señoras, mientras yo me quejaba amargamente porque aún no tengo trabajo y estoy de bajoncillo, Olga me escuchaba al otro lado del teléfono pacientemente. Porque la reina del mambo, la amiga de todos, la novia ideal, la entrenadora, el centro de todos los círculos sociales, lleva veinticuatro años de su vida cogiendo el teléfono y escuchando las absurdeces mundanas de mi día a día, las mías y las del resto del mundo.

Porque una persona tan querida, tan solicitada, a la que todo el mundo le escribe, le canta y le baila, le dedica y le pide, nunca ha dejado, en todos estos años, de pasar de todo eso (en el buen sentido) para sacar un huequito para mí. Porque ella, la del bocadillo exquisito, se traía un extra para darme el gusto. Porque ella, la del chalet maravilloso, lo abría cada dos por tres para que pudiéramos hacer fiestas. Porque ella, la de la vida social ajetreada, tiene siempre un hueco para atender a las mismas tonterías de siempre.

Porque es tremendamente generosa, divertida y atenta. Porque tiene muy mal pronto, y a veces se enfada y le dan caprichos, pero es de las pocas que lo acepta, y lo lleva bien, y qué cojones, se ríe de ello.

Porque se remangaba la falda delante de las monjas y no la pillaban. Porque aunque era la alumna ideal no dejaba de unirse de vez en cuando a nuestras gamberradas, aunque eso le supusiese una bronca. Porque nunca faltaba a la clase de piscina, que era la imposible en el frío invierno. Porque hacía los deberes y los prestaba (no como el resto de las empollonas de mi clase, desde aquí os maldigo), porque no le importaba llevar a nadie en su coche. Porque te deja ver su IPhone de cerca sin generarte una tensión horrible por si se te cae, porque hace las mejores medias noches del planeta. 

Porque es discreta, prudente, sabe esperar.

Porque ha esperado este post durante 24 años sin esperarlo, y que ahora es el momento de que vea la luz. Después de que medio mundo le haya escrito, ahora, por fin, le escribo yo.

Ésto es lo que a mí me pone el pelo de punta, y emociona a mi madre, y es una historia de vida, de una vida joven pero que hace tan feliz a tanta gente y que, por tanto, merece un hueco en mi blog y en nuestros corazones. Porque la cotidianidad merece ser reconocida, y no hay nada más, NADA, que haga más importante o más especial a mi amiga Olga en su vida y que yo no haya contado aquí. Todo lo demás es sólo una circunstancia, pero Olga lleva toda una vida siendo grande, y como tal merece que se tenga en cuenta que ella es más grande que sea cual sea su realidad cada día.

Por eso este post va dedicado a tí como persona, porque eres más que las etiquetas y que los retos que la vida te ponga.

Gracias por estar, ayer, hoy y siempre, Olga. 

Gracias por ser.


Pd. Se me olvidaba comentar que Olga es una de esas personas que pelean a diario con una circunstancia de salud muy dura, pero ante la que ha hecho una promesa. Si alguien quiere leer acerca de ello, puede hacerlo en teprometoquemevoyaponerbien.blogspot.com.





1 comentario:

  1. Gracias por estar a mi lado Paula...Gracias por llevar 24 años en mi vida y darme la tranquilidad de saber que estarás en ella el resto...
    Porque eres mi amiga más antigua, porque mis hijos te llamarán tía Paula, porque me veo de abuelillas criticando a las jovencitas en una terraza, y porque quiero que sepa todo el mundo que tu blog es la razón de que yo creara el mío.
    Porque tienes arte, eres una crack y lo mejor es que eres MI AMIGA.

    Te quiero

    Olga

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